lunes, 22 de agosto de 2011

China III: Sureste chino: Lijiang

Llegamos al tren que nos llevaría a Lijiang. Y allí nos sentamos al lado de dos mujeres que no paran de mirarnos. Bueno la sensación es bastante común ya para nosotros, así que no nos importa. Delante de nosotros cuatro chicas y entre todas hablan un inglés muy pobre pero con el que nos podemos comunicar. Así que las dos señoras empiezan a preguntar. Se empieza a crear confianza. Alguien grita Lijiang y nos bajamos todos. Como en casi todo en nuestro viaje, está la opción cara y la barata, es decir que para llegar a la ciudad preguntamos a una pareja donde el chico habla inglés y nos dice que el bus vale 1 Yuan (0,10€) pero que hay que correr para coger sitio.


La conclusión de todo esto es que acabamos en el bus sentados gracias a que las dos mujeres que habíamos conocido habían sido más vivas y nos habían guardado unos sitios (y nosotros además con los mochilones) entre gritos con los otros chinos y apretujados por la gente que va de pie. Cuando nos bajamos, las dos señoras, la parejita a la que habíamos preguntado por el bus y nosotros seguimos a una chica que nos dice que ella está un hotel muy bien de precio y que nos podemos alojar todos. Así que allí vamos. Nuestros nuevos amigos encantados y nosotros también. Tenemos amigos nuevos, la primera noche tenemos que compartir baño con las señoras, pero no nos importa, estamos en un hotel que resulta ser una casa del casco antiguo tradicional y a muy bien de precio y estamos en el centro de Lijiang. Así que esa noche nos fuimos el grupo a cenar juntos y a visitar las tiendas de Lijiang (que por cierto hay miles y nuestras nuevas amigas son unas compulsivas de las compras!).

Foto de grupo en Lijiang

A Lijiang la llaman la Venecia de Asia ya que tiene una red de canales que la hacen peculiar. La verdad es que es uno de los lugares más bonitos que hemos visto de China. Por supuesto también está enfocado al turista, tanto que la UNESCO está planteando retirarle al pueblo la acreditación de Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo una parte de las casas se encuentran en la ladera y para llegar a ellas tienes que subir por empinadas cuestas, pasar por escaleras laberínticas y encontrar así a cada esquina casas con encanto, todo de piedra y restaurantes con miradores de ensueño hacia los tejados de Lijiang. Sus calles principales son un laberinto de canales llenos de carpas chinas y molinos de agua que antiguamente estaban en uso. Su arquitectura es impresionante y más de noche cuando todos los tejados de Lijiang se encienden para darle un toque mágico al pueblo. No creemos que podamos explicar o definir más a Lijiang porque la verdad es que las imágenes lo dicen todo.


Cuando llegamos habíamos leído que se tenía que pagar una tasa de 80 Yuanes para entrar al casco antiguo. Y la verdad, es que esto no es del todo cierto. Se pagan 80 Yuanes para visitar el estanque (con puente tradicional chino y típico de postal) que suministra agua a todo el pueblo. Para nuestro gusto es excesivo, pero es casi visita obligatoria. Nos quedamos más días de los planeados en Lijiang. Estábamos cómodos y preferíamos estar allí paseando, haciendo fotos y disfrutando de alguna excursión por los alrededores.
Tejados de Lijiang





Una de las excursiones de las que hablamos fue a Baisha. Baisha es un pueblo sin nada en especial pero con muchas cosas que ver. Tiene de fondo las montañas chinas famosas en muchas imágenes y películas chinas (según los locales). Nada más llegar allí y casi a la hora de comer nos asaltó una pequeña y anciana mujer. Como pudimos entendimos que nos daba de comer en su casa, y como no aceptamos. Tenía referencias de viajeros en sus libros y explicaban que para ganarse la vida ofrecía dar de comer a los visitantes. Así que no sentamos en su casa, en una mesa común mientras ella nos sacaba lo que tenia: cacahuetes, pipas, caramelos, té,… y se iba a la cocina a preparar la comida. No quería ayuda, pero nosotros insistimos. Rodeados de moscas y en uno de los entornos más humildes en los que nos habíamos encontrado, compartimos arroz, carne con patatas guisadas, verduras,… con aquella señora con la cual y desgraciadamente no podíamos conversar demasiado (por el idioma, por supuesto), pero nos atendía con devoción mientras nosotros comíamos lo que ella nos había preparado. Le escribimos en su libro de referencias y nos fuimos con la promesa de enviarle las fotos. Una experiencia diferente que ya había hecho que la visita a Baisha valiera la pena.



A parte de esta experiencia humana, visitamos las calles de aquel lugar perdido, mientras la gente del lugar recogía arroz, separaba el grano de la paja, trabajaban otros cereales, o simplemente tomaban té en algún bar.



De vuelta a Lijiang disfrutamos del tiempo que nos quedaba en este lugar. De sus mercados, que van más allá del centro histórico, de que la gente se quisiera hacer fotos con nosotros o simplemente de sus vistas. Nuestros días en China se estaban acabando y volvíamos dirección Hong Kong, aunque no es tan rápido como parece. Estábamos a muchos kilómetros de distancia y teníamos algunos días por medio para seguir descubriendo esa China que poco a poco nos había cautivado, así que nos dejamos llevar por las recomendaciones de los locales. Nos subimos nuevamente en el tren para volver hacia la ciudad fronteriza con Hong Kong, pero antes haciendo alguna paradita por el camino. Nos seguimos viendo por China!!
Gente bailando en la plaza principal de Lijiang





Nuestra furgo en China!


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