miércoles, 28 de septiembre de 2011

Malasia I: Melaka y Kuala Lumpur


Después de una parada en Singapur, como estación base para seguir viajando, teníamos unos 15 días antes de entrar en Vietnam y encontrarnos con Sonia y Roger con los que nos veríamos allí. Teníamos claro que Malasia era un país emocionante y demasiado cerca de Singapur como para no pasar allí esos 15 días que teníamos. Sin embargo, fue una tentativa visitar la parte de Borneo (que también es Malasia) desde Indonesia. La isla de Borneo ofrece una fauna y flora únicas en el mundo. De hecho la definen como un arca de Noé donde se pueden encontrar orangutanes, raflesias (la flor más grande del mundo),…. Sin embargo esto era algo que se tenía que planear con tiempo y con reservas y no era nuestra situación. Por lo que lo dejamos en la libreta como “sitios para visitar cuando seamos mayores” y nos decidimos por Malasia peninsular.

Zapatos tipicos de Melaka hechos a mano
Desde Singapur fue tan fácil como tomar un bus que nos llevó hasta la frontera para que nos sellaran la salida de Singapur (2,4 $sing= 1,4€). Este mismo bus nos esperaba en la parte Malasia para llevarnos a sellar la entrada en Malasia. Y al salir de la modernísima frontera malaya nos volvimos a subir en el mismo vehículo que nos llevó a Johor Bahru, la ciudad fronteriza más próxima.

Entrabamos en Malasia con la idea de que estaría económicamente un poco por encima de Indonesia y quizá muy parecida ya que comparten casi la misma lengua: Bahasa malaya (casi igual porque solamente cambian algunas palabras). Pero lo que encontramos fue una ciudad casi totalmente igual a Singapur y muy diferente a Indonesia. Terminales de autobús extra modernas, una ciudad muy limpia, donde mucha gente habla inglés, económicamente bastante fuerte, muy ordenada y algo que le dio tranquilidad a nuestra mente y a nuestro cuerpo: todos los precios estaban marcados y no existía esa diferencia entre los locales y los extranjeros. Esto hace que no haya “obsesión” por los turistas y que exista una igualdad entre todos y esto nos tranquilizaba.


Melaka
Billete de autobús y dirección a nuestro primer destino que era una ciudad tranquila que nos habían recomendado: Melaka. Melaka es una ciudad ribereña en el estrecho de Melaka el cual dicen que es más transitado que el de Panamá, por lo que es imposible y muy peligroso bañarse. Melaka fue fundada por indonesios, más tarde fue colonia portuguesa, holandesa y británica por lo que tiene muchas influencias visibles y diferentes de toda la historia que arrastra. Sin embargo actualmente los descendientes y habitantes de esta encantadora ciudad son descendientes de chinos, hindúes y malayos. También la llaman la Venecia de Malasia debido a los canales que hay por toda la ciudad. No sabemos que tiene Melaka pero nos encantó. Era un lugar donde nos encontrábamos a gusto. Melaka es tranquila, calmada, limpia, con casas bajas y Patrimonio de la Humanidad y una plaza central con una iglesia católica estilo holandesa y lo que queda de una fortaleza portuguesa. Además encontramos el mejor hostel de Malasia.

Canales de Melaka y fotos de abajo: paseando por sus calles



Trishaws
 Hostel Traveller’s nos ofreció buen precio (30 ringgits la noche con desayuno= 7€), limpieza extrema, silencio y personal encantador. Vimos películas en la sala común sentados en el suelo con cojines tipo “haima” y nos encontrábamos muy a gusto con el servicio que nos dieron. En Melaka se puede subir a la torre que sirve de atracción y mirador de la ciudad, se puede visitar el museo naval, se puede ir de compras, hacer paseos en barco por los canales o pasear por sus calles. Sin embargo la principal atracción son los trishaws, una mezcla de carro tirado por bicicletas adornados a cual más llamativo y con equipos de música y luces incluidas. Es decir una competición visual de carros para que el pasajero no pase desapercibido y disfrute del paseo.


Estábamos a finales de julio y la temperatura era buena y un poco sofocante aunque empezaban a haber chaparrones de temporada, sin embargo nuestro próximo destino era la capital, Kuala Lumpur, y allí lloviera o tronara teníamos que ver las torres más altas del mundo (bueno dicen que hay una más alta en Taiwán, pero quien se ha puesto debajo a observarlas compartirá nuestra opinión).  Encontrar alojamiento económico en Kuala no es fácil, de hecho es uno de los sitios más caros y de calidad mala que hemos encontrado en Malasia. La ciudad tiene un buen servicio de metro y skyline por lo que te puedes mover con facilidad desde chinatown hasta el triangulo de oro o pasando por Little India. Además las mezquitas de Kuala Lumpur son impresionantes aunque la ciudad no tenga mucho más que ofrecer, a nuestra impresión, a parte de los animados mercados callejeros de Chinatown. Todo esto enmarcado en lo que para nosotros es la excepción de Malasia, ya que las calles las encontramos bastante sucias y oscuras.
Fotos: mercado de Chinatown y posando con grupo tradional malayo

Las torres Petronas son espectaculares. Estando allí abajo mirándolas e intentando que quepan en el plano de la cámara de fotos, es una sensación extraña. Te sientes pequeño, te das cuenta de lo que el hombre es capaz de hacer y de lo insignificantes que somos. Incluso es imposible no compararlas con lo que fueron las desaparecidas torres gemelas de Nueva York. Sin embargo cuando entras en su interior puedes ver lo que verdaderamente representan. Dentro encontramos tiendas de lujo que ni en Paseo de Gracia de Barcelona habíamos visto. Un lujo llevado al extremo en donde no nos pudimos tomar ni un café y un mundo que consideramos totalmente diferente al que vive la ciudad en la realidad y fuera de esas paredes de cristal. Sin embargo allí estaban las mujeres con sus burkas probándose maquillaje en las manos, joyas y saliendo de las tiendas de alta costura (al parecer en la intimidad disfrutan de todos estos lujos). Gente con mucho dinero muy diferente a lo que habíamos visto en Chinatown o Little India.


Fotos: Torres Petronas. Nuestra furgo en Malasia. Arriba: interior de las torres


Salimos de Kuala Lumpur para dirigirnos a una zona más natural y en contacto con la naturaleza de Malasia: El Parque Natural Taman Negara, pero es sí antes haciendo algunas investigaciones y breves gestiones de última hora.



Comiendo por las calles de Kuala Lumpur

domingo, 25 de septiembre de 2011

Indonesia IV: de relax en las Islas

“Hola”, a veces esto es solamente lo que se necesita para conocer a gente estupenda.  Estábamos sentados en la estación de Probolingoo después de una dura y preciosa ascensión a las 4 y media de la mañana para ver el volcán Bromo. Nos marchábamos hacia Lombok pasando por Bali, pero antes y sin prisas nos teníamos que comer unos fideos para tener fuerzas y poder regatear con los indonesios como hacíamos habitualmente. De hecho en todos los países asiáticos desayunan lo mismo que comen y cenan, por lo que es normal comerse para desayunar un plato de fideos, y nosotros nos adaptamos al país donde estamos! Una pareja muy decidida pasó por delante de nosotros  y como no,  nosotros dos nos miramos y nos dijimos: españoles. Parece mentira pero tenemos algo especial, la forma de andar, los rasgos, la forma de mirar,… y acostumbrados a no ver españoles desde hacía muchos meses los habíamos “calao”.

La casualidad y la desorientación hicieron que volvieran a pasar por donde estábamos hasta que les soltamos un “Hola”. Cuando Ali, el chico, se percató, se paró, se asomó y con precaución nos preguntó: ¿He escuchado un “Hola”? ¿Sois españoles? Empezamos a hablar a reírnos y a conectar. Nos dimos cuenta de que teníamos muchas cosas en común así que ya que íbamos en el mismo sentido nos fuimos juntos a Bali. Allí y en ese momento habíamos conocido a Ali y a Leti, una pareja curiosa ya que él es de Melilla residente en Ávila y ella Gallega, de nuestra misma edad y de la que podemos decir que conocerlos es una de nuestras mejores experiencias en Indonesia.

Nos marchamos a Bali en un bus plagado de turistas rubios. Los cuatro españoles hablando como locos de comida, de costumbres, de diferencias, de experiencias personales y como no de esta pequeña aventura que estamos viviendo. Después de muchas horas de bus, de pasar en ferri desde Java a Bali llegamos a la capital de la isla, Denpasar. La idea era encontrar alojamiento y dormir para la mañana siguiente ir a la isla de Lombok, mientras Ali y Leti se dirigirían hacia el sur de Bali para disfrutar de la isla y de su pasión por el surf. Nada más llegar sufrimos el “Efecto Bali”. Lo podríamos definir de forma muy sencilla: caro, caro y extra caro. Todo lo que habíamos aprendido en Java sobre el precio de las cosas ya lo podíamos olvidar porque allí todo era el doble o el triple. Nos enfadaba muchísimo todo esto, pero esto significaba solamente una cosa: íbamos a tener que luchar más por las cosas.
nuestro chambaillo en el ferry

A la mañana siguiente nos despedimos de Bali tan rápido como habíamos llegado. Nos subimos a un bus y con gran pena, aunque fuera breve, nos despedimos de Ali y Leti. Nos dimos cuenta de que no nos habíamos dado los correos ni nada, pero estábamos seguros de que eso significaba algo. En fin, lo breve que habíamos visto de Bali no estaba en la línea de lo que buscábamos, así que nos dirigimos al puerto de Padangbai, en el extremo este de la isla, para tomar el ferri de 4h que nos llevaría a Lombok. El muelle tiene taquilla oficial, así que pagamos lo correspondiente y nos marchamos. Llegamos a Lombok y nada más llegar la avalancha de transportistas nos acechó.

Hay que decir que el “Efecto Bali” que comentamos está muy difundido por toda Asia, y hemos llegado a la conclusión de que somos los propios turistas quienes generamos esto. Muchos turistas del norte de Europa o USA que tienen una economía fuerte y vienen, por ejemplo,  a Bali a pasar sus vacaciones no van a estar regateando, simplemente pagan lo que les proponen porque les parece tan barato (aunque realmente sea 4 veces más lo que realmente vale!) que les da igual. Sin embargo en un viaje como el que estamos haciendo nosotros o un viaje de mochila, esto hace MUCHO daño ya que la gente del lugar se acostumbra a que eso que valía x ahora valga x4 y todos tenemos que pagarlo porque TODOS somos turistas. Esta situación la hemos encontrado muchas veces y realmente es desesperante para dos viajeros como nosotros, pero tenemos claro que el “que algo quiere algo le cuesta” y ahí vamos con nuestro día a día.

Por tanto, nuestra entrada en Lombok no empezaba bien, un trayecto hasta Mataram (capital de Lombok) que según la guía valía 3500 rupias (y tampoco era cierto!) lo pagamos a 15.000 rupias cada uno mientras que nos pedían más de 50.000 por cabeza. A todo esto discutiendo con ellos, caminando en dirección al pueblo,….Conclusión llegamos a Mataram e inclusive un buen hombre nos llevó en su Volkswagen T2 impecable por buena fe ya que nos habíamos parado a ver su furgoneta y nos vio caminar. Nos quedamos en Mataram para salir al día siguiente a Senggigi una localidad de costa.

Fotos: Senggigi

Habíamos llegado a Senggigi donde según nuestra guía tenía que ser un lugar de arena blanca y una de las mejores playas de Indonesia. Encontrar alojamiento también nos costó debido a los precios, pero al final en Guesthouse Sonia nos quedamos por 75.000 rupias la noche con desayuno de fruta y pancake de banana buenísimo!! Nuestra impresión de Sengiggi no es la misma que lo que define la guía. Simplemente es un lugar agradable y tranquilo de costa con una playa un poco por encima de la media por el color de sus aguas, una parte de la cual es de arena blanca y otra de arena negra volcánica. Esta bastante regentada por el turismo local y muchos vendedores ofrecen cocos y comida para refrescarse y recuperarse del sofocante calor. Allí pasamos unos días para preparar nuestra aventura hacia las islas Gili.

Las islas Gilis son tres islas ubicadas en el Mar de Bali desde las que se accede desde el puerto de Bangsal o desde Pemenang, situados en Lombok y a unos 18km desde donde estábamos. Por lo que nosotros nos paramos allí en la carretera de Senggigi a esperar a que un autobús nos parara para subirnos mientras los conductores de “bemos” locales nos decían que no habían autobuses y que todo era “chárter” (es decir= privado y caro). Así pasamos casi una hora, esperando, discutiendo, caminando, regateando,… hasta que nos llevaron por algo que considerábamos adecuado por la situación (30.000rupias por la carrera). 

Llegamos a Pemenang, es decir una entrada al mar con cuatro casas contadas alrededor desde donde salen los barcos más turísticos. Sin embargo nuestro objetivo era Bangsal, el puerto donde vendían los billetes de la cooperativa para el barco. Nos remangamos para empezar a caminar por la playa hasta llegar al puerto cuando un hombre nos para. Conocimos a Brasil, un balines constructor muy agradable que vivía allí mismo. Comimos en su casa, hablamos y se ofreció a llevarnos en su coche hasta el puerto. Allí en Bangsal peleamos para que nos vendieran los billetes del barco de la cooperativa ya que se debe esquivar a todos los comisionistas que te dicen “no hay billetes”, “el barco barato solo es a las 8 am” (esto último es verdad), “si vienes conmigo ahora te lo dejo más barato”, “no hay suficiente gente para salir”,…. Total no hay que creerse nada de eso, simplemente llegar allí y mirar con seriedad a la chica de la cooperativa para que te venda los billetes mientras los comisionistas le dicen en indonesio algo para que no lo hagan. Además nos hemos dado cuenta de que hablar español entre nosotros es una ventaja porque no nos entiende y eso a los comisionistas y la gente del “business” les cabrea mucho. En fin nos subimos al barco!



 Fotos: Arriba, aguas de Gili Meno. Abajo, playa con la marea baja



Nuestro bungalow
Llegamos a la isla Gili Meno. La barca para en la misma playa así que tuvimos que hacer equilibrios con la mochila. En esta isla no hay coches y el único transporte son los carros tirados por caballos. De hecho esta es la isla más tranquila de las tres y era precisamente lo que buscábamos. Después de mucho caminar y de ver las maravillosas aguas de la isla, encontramos nuestro rincón perdido y maravilloso. Un terreno con dos bungalós un poco aislados y gestionado por un indonesio tranquilo y agradable llamado Pin, y en donde lo único que nos molestaba eran los canticos musulmanes de la mañana. De hecho nuestros 5 días en Gili Meno se definirían muy rápido: desayuno, snorkel, playa, comida, siesta o playa, cena, paseo y dormir. Sin embargo contaremos algo más.

Antes de todo tenemos que decir que para nosotros Meno ha sido el paraíso en Indonesia. Un lugar tranquilo, con gente agradable, con playas espectaculares y vacías. En definitiva, nuestro momento relax y una experiencia que repetiríamos. Hacíamos snorkel todos los días para disfrutar de la maravillosa fauna marina (corales, peces nemo, cantidad de peces diferentes,…) e intentando ver las tortugas marinas que nos habían dicho que había cientos. Sin embargo al tercer día de estar allí, estábamos en la playa  y vimos a una pareja con mochila caminando por la isla. No podía ser: Eran Ali y Leti. Estuvimos juntos los días que nos quedaban en la isla. Haciendo snorkel, comiendo, bebiendo batidos de banana, hablando y como no riendo. De hecho con ellos vimos a una tortuga marina bastante grande nadando justo en frente de nosotros. La tortuga nos regaló un una experiencia emocionante que todavía no habíamos vivido mientras hacíamos snorkel.



Con Ali

Fotos: Divirtiendonos con Leti y atardecer en Gili Meno

Ali y Ami
 
Nuestra furgo en Indonesia
Haciendo el loco y disfrutando de la isla



Por lo que nuestros días en la isla Gili Meno habían sido espectaculares. Habíamos dado el broche perfecto a Indonesia y el sabor de boca que nos llevábamos era buenísimo. Dos días más tarde tomaríamos un vuelo desde Lombok a Yakarta para saltar a Singapur y seguir viajando camino a Malasia. 



Foto: esperando el vuelo para volver a Yakarta

sábado, 17 de septiembre de 2011

Indonesia III: entre ruinas y volcanes.

Estábamos en Yogyakarta, la ciudad mercado, y decidimos abandonarla para ir a los templos de Borobudur. Salir de Yogyakarta sin tour organizado resulta un poco complicado, pero no imposible. Caminamos hacia la estación de Jombor (a las afueras de Yogya, ya que parece que nuestro orgullo luchador nos impida pagar ciclos o bemos (furgonetas de transporte)) donde tomamos un bus que nos llevó a Borobudur. El pueblo realmente es muy pequeño, es un pueblo construido alrededor del complejo del templo Borobudur. Por supuesto nada más llegar nos intentaron acosar, pero fuimos solos a buscar alojamiento y encontramos un lugar encantador y familiar, aunque un poco dejado en mantenimiento, al lado de los templos que por 50.000 rupias la noche (4 €, baratísimo para estar pegado a los templos) nos hicieron sentir bienvenidos y nos ayudaron en lo que necesitamos.

En los hoteles indonesios es curioso porque siempre de bienvenida te ofrecen un té caliente que se hace esperar ya como costumbre. Por otra parte las habitaciones de Indonesia suelen estar bien, con ventilador,  baño privado aunque algunas con baño turco, otras con retrete, unas con ducha y otras con una especie pica de obra que llenan de agua para que te duches a “cubazos” (como hacíamos antiguamente!). Por supuesto, después de unos días en Indonesia, todo esto te parece normal e incluso útil ya que quien diga que los baños turcos (baños con un orificio en el suelo, pero de obra)  no son útiles es que no los ha probado. 

 
Hablando de los templos, hay un hotel que gestiona la entrada al templo. El horario oficial de visita al complejo es de 6am a 5pm, sin embargo si se quiere ir antes o después, es decir, a la salida o a la caída del sol que es cuando más bonito y enigmático está el templo, este hotel de lujo por un precio desorbitado organiza excursiones. Nosotros por supuesto, no lo hicimos, pero a las 6am como un reloj, estábamos en la entrada especial para extranjeros tomando café y té gratis esperando a que abrieran. Nos seguía sin gustar la idea de ser diferentes, pero estos países funcionan así, ellos mismos marcan las diferencia entre la gente.  Ya había también turistas y después de pagar nuestra entrada de estudiante (72.000 rupias por persona= casi 6€, adulto el doble) y de colocarnos un sari (el sari es un pañuelo que es obligatorio en los templos budistas, aunque nosotros nos negamos por ignorancia, pensamos que era una “guirada”, pero cuando lo comprendimos nos lo pusimos como los demás) entramos al templo. 


Amanecer en Borobudur


La magnitud del templo Borobudur es impresionante. Este templo de dimensiones sorprendentes está lleno de imágenes budistas y de budas que miran al horizonte. Fue abandonado y cubierto por la ceniza de una erupción volcánica. De hecho toda Indonesia está llena de volcanes y ver a las 6am el horizonte rojo con la selva a los pies del templo Borobudur y de fondo el volcán Merapi es una sensación de paz no descriptible. Caminar por sus galerías, tocar la piedra negra de sus paredes que algún día sirvieron para ilustrar las enseñanzas budistas y pasar horas por el recinto es una sensación única. Nuevamente volvimos a encontrar a indonesios curiosos, a estudiantes que querían hablar con nosotros (esta vez sí que éramos españoles y no hablábamos inglés! Lo sentimos pero parece que éramos los únicos extranjeros que les sonreíamos ya que solo se dirigían a nosotros!! Jajajaja). Queríamos disfrutar de nuestro momento de soledad en el templo. No sabemos cuántas fotos tiene la gente nuestra en Borobudur, pero mejor ni contarlo!
Templo de Borobudur
 
 
 


La visita y el madrugón al templo valieron la pena. Hay que decir que esta arquitectura nos fascina, así que después de descansar nos comimos unos mie (fideos) y como nuevos. Sin embargo, en Borobodur tuvimos nuestra primera experiencia desagradable al intentar engañarnos en un restaurante. Comimos, preguntamos extrañados por la cuenta, pagamos, nos fuimos, preguntamos a gente de la calle y volvimos reclamando lo nuestro. La gente del bar extrañada y atenta nos miraba, algunos nos ayudaban otros no querían saber nada, pero finalmente el dueño con la cabeza agachada nos devolvió nuestro dinero y se llevó un buen rapapolvo de dos extranjeros. Sin embargo esta experiencia no manchó nuestra visita a Borobudur, pero si nos hizo estar más atentos con los precios.  Horas antes habíamos estado tomando té con otra familia que conocimos caminando y la hija (11 años) nos regaló un pequeño abanico hecho artesanalmente. Así  que, ¿qué idea podíamos tener de Borobudur?: Excelente!
 


Hay que decir que nuestra vida en Indonesia, Java, estaba siendo correcta y divertida. Es decir, siempre preguntando de antemano los precios a diferentes personas, regateando con el transporte, el alojamiento o con los vendedores de comida o de cualquier cosa. Sabíamos que es normal que nos quisieran cobrar más, pero para eso se tiene que luchar, es la lucha diaria del viajero no conformista. Así que normalmente nos sentábamos a comer y si veíamos un puesto humilde con gente (regla numero 1: siempre comer donde haya gente), a veces ni preguntábamos. Conocíamos lo que valían las cosas y raramente nos engañaban. Sin embargo, cada vez que nos acercábamos más al este teníamos que tener más cuidado. Si podemos llamarlo de alguna forma, lo llamaríamos el “Efecto Bali”. Aunque esto lo dejamos más para adelante.

Sin más dejamos Borobudur, tuvimos que volver a Yogyakarta para enlazar con Surabaya. Queríamos llegar allí para sacar dinero e ir al volcán Bromo. Nos subimos en un autobús (los trenes se llenan rápido y son más caros) y nos fuimos a Surabaya. De esta ciudad no hay mucho que decir, nos resultó caótica, cara, fea y nada interesante. Así que salimos lo antes posible para llegar a Probolingoo, para nosotros la entrada al volcán Bromo. Llegamos a la estación de Probolingoo y un poco desconcertados no teníamos muy claro lo que hacer.


La gente nos hablaba del volcán Bromo mientras nosotros preguntábamos por el pueblo en donde se encontraba. La gente nos decía que era lo mismo y hablando y hablando se hizo de noche. No sabíamos si buscar alojamiento o llegar al volcán. Nos pedían 200.000 rupias por una furgoneta (que después entendimos que era privada para nosotros), pero como es normal nos pareció descabellado, sabíamos que llegar allí valía unas 25.000 rupias. Así que después de hablar, regatear y no estar preocupados por ir o no (ya que no teníamos ninguna prisa, esa es la gran ventaja de este viaje) nos montamos en una furgoneta que salía en esos momentos con más turistas. No sabíamos dónde íbamos, donde pararíamos ni lo que nos encontraríamos, pero allí estábamos. 

La furgoneta se movía, subíamos por cuestas sin asfaltar, no se veía nada en la oscuridad, pero todo estaba lleno de tierra y estábamos subiendo entre bosques y plena montaña. Después de más de una hora la furgoneta paró en un hotel para dejar a los demás turistas y nosotros al preguntar en dicho hotel nos fuimos corriendo de lo caro que era. El conductor nos aseguró que allí mismo estaba el volcán, pero nosotros solamente sabíamos que estaba lloviendo, que era de noche y que teníamos que buscar alojamiento. No nos costó encontrar, justo la casita de al lado tenia habitaciones en muy buenas condiciones y con baño compartido que nos ofrecía por 60.000 rupias (4,80€, tres veces menos de lo que valía el hotel primero). A la mañana siguiente nos levantamos y vimos algo que no habíamos visto nunca. Nos quedamos parados y maravillados: Estábamos a 50 metros del mirador del volcán y más allá la gran falda del volcán en la que surgía una maravilla natural que nuevamente nos volvía a sorprender. Efectivamente estábamos al lado del volcán Bromo. 
Fotos: Arriba, trabajadores por el Bromo. Las calles del pueblo de Gunung Bromo llenas de ceniza

Todo estaba cubierto de ceniza, las casa, los campos,… la gente se cubría con pañuelos, mascarillas y mantas para evitar las cenizas y de hecho, lo que anoche pensábamos que era lluvia no lo era, era lluvia ceniza. Pronto nos acostumbramos a estar manchados y no nos cansábamos de mirar al volcán Bromo que de vez en cuando nos sorprendía con erupciones de humo que lo tapaban completamente. La visita al volcán se simplifica en dos salidas. Existe un mirador donde la gente se reúne por la mañana, al amanecer para ver como sale el sol y como la foto del volcán cambia con los diferentes colores del sol. Por otra parte, pagando la entrada correspondiente (25.000rupias) se entra en el parque natural Bromo-Tengger- Semeru donde se atraviesa en moto, coche o caballo la falda del volcán para llegar a la base y hacer un ascenso al mismo cráter del volcán.  



Fotos: Llenos de ceniza despues de caminar. Abajo, gente de Gunung Bromo


Para empezar, nosotros el primer día hicimos la ascensión al mirador para ver cuánto tiempo necesitábamos para salir a la mañana siguiente (ya que la hora normal de salir es alrededor de las 4am para ver el amanece). Era por la tarde y después de una hora y 15min caminando (camino de tierra que la gente suele hacer en vehículo o caballo, más otro trozo de subida por montaña en donde te ofrecen caballos para subir) llegamos al mirador. Ya por la tarde la vista es emocionante. Se ven tres volcanes el Tengger, el Gunung Bromo y el Gunung Semeru y la sensación de estar allí solos y saber que a la mañana siguiente viendo el amanecer la estampa iba a ser mejor, estábamos ansiosos. De hecho en este pueblo no se puede hacer mucho más. La vida es extremadamente tranquila. Todo es un poco más caro por lo difícil de traer los víveres hasta aquí, pero la gente está muy acostumbrada al turista. De hecho, nos explicaron que la gente en la temporada de turistas vive de esto pero que cuando cierran los accesos al volcán, alrededor de diciembre hasta febrero, la gente vive de la agricultura y las cosechas. Conversando nos dijeron que en estas fechas el volcán Bromo está tan activo que suelta erupciones y lenguas de fuego como si de una fiesta de fin de año se tratara. Es sumamente peligroso, pero la gente vive casi a los pies del volcán, es admirable. 
  

Suena el despertador y nos ponemos a caminar, sin perder el ritmo ya que es demasiado temprano como para relajar el cuerpo. Los jeeps y caballos nos adelantan en plena noche pero nosotros caminamos. En lo que parece una carrera en medio de la noche por la montaña y con linternas adelantamos a la gente para coger buen sitio en el mirador. Allí estamos, sudados y con mucho frio viendo como amanece y dando gracias por ser privilegiados y estar viendo una postal pero en realidad. Uno de los volcanes nos regala las primeras humaredas de humo con la primera luz del sol, después el Gunung Bromo toma protagonismo y es un no parar. A veces solo se ve humo y es tanta la actividad que tiene esa mañana que parece que sabe que estamos allí para hacerle fotos. Por supuesto el mirador está a rebosar de gente que después de aquí marchará hacia el cráter. Sin embargo el Bromo está tan activo que nos impide hacer esta visita. Más tarde nos confirmarían que las vistas de la garganta del volcán no eran buenas por el humo de ese día.  Nos llevamos una experiencia especial de ese momento. Era nuestro último destino en Java y el sabor de boca fue el mejor que nos podíamos llegar. 


Vistas al amanecer de los tres volcanes, a la izquierda el Bromo y abajo empezando a mostrar su actividad






Después de ducharnos y descansar volvimos a Probolingoo para decidir que hacíamos. Después de mucho deliberar y encontrar a gente por el camino que nos explicaba sus experiencias decidimos que iríamos más al este: iríamos a Lombok. Por lo que la idea de ir a Sumatra e intentar ver a los orangutanes lo dejábamos para otro viaje. Era demasiado complicado teniendo un vuelo de vuelta a Singapur ya cerrado, que aunque no fuera inminente no queríamos complicarlo. La isla de Lombok nos esperaba.