lunes, 5 de septiembre de 2011

Indonesia: Isla de Java


Después de comprar un vuelo de ida y vuelta en una compañía “low cost” desde Singapur a Jakarta, entramos en la capital de Indonesia. Comenzaba nuestro periplo por la isla de Java.

Teníamos referencias de esta capital por nuestra guía del sureste asiático y de alguna documentación previa última hora por internet. Lo que teníamos claro es que seguro que sería la primera ciudad verdaderamente asiática según nuestro concepto (desordenada, caótica, anárquica…) y es que si partimos de que Jakarta tiene 19 millones de habitantes…algo de diferente tiene. Nada más salir del aeropuerto buscamos la parada de buses que nos llevaría a la estación Gambir, justo en el centro de la ciudad y cerca de la calle donde suelen dormir los “mochileros”. (Bus desde/hacia: 20.000 rupias= 1,60 € x pers). Y de la estación Gambir a la calle Jalan Jaksa quince minutos caminando.

Durante este trayecto ya nos empezamos a dar cuenta de que no estábamos muy equivocados y vemos una Jakarta llena de coches, ciclos (motos o bicicletas en los que enganchan una especie de carro para llevar a gente) típicos de toda Asia y en los que en cada país se los conoce con diferente nombre como “rickshaws”, “cyclos”, “tuc-tuc”…vemos también muchos buses pero sobre todo motos y más motos. A todo esto le acompaña un desorden urbanístico típico de estas grandes ciudades y como no, la correspondiente polución. De entre las miles barracas que se pueden ver sobresale algún edificio majestuoso que bien puede ser un centro comercial moderno, un banco importante, un hotel lujoso o la sede de alguna multinacional lo que hace que aun se aprecie mas la diferencia entre “lo rico y lo pobre” es decir, las desigualdades sociales.


 Llegamos a la calle Jalan Jaksa y lo primero es buscar hostel. Preguntamos en tres o cuatro y al final nos decidimos por un edificio en bastante buenas condiciones, las habitaciones con ventilador, limpias y con Wifi, suficiente para nosotros (precio 80.000 Rupias= 6,5 €).

Una vez instalados lo siguiente es investigar que se cuece en esta ciudad. La primera impresión que nos llevamos de la gente es que es muy amable y que después de una mirada siempre le acompañaba una sonrisa. Mayores, niños, ancianos… todos igual. La verdad es que más adelante muchos indonesios nos dirían de la importancia que tiene para ellos el reír y el buen humor. Es de admirar este comportamiento si vemos de las necesidades que carecen muchos millones de indonesios y más en una macrociudad como Jakarta donde la competencia y la supervivencia es el pan de cada día para muchas familias.


En Jakarta estaríamos solamente dos días, lo suficiente para hacernos una idea y ver lo que es ya que turísticamente para nosotros no tenía mucho atractivo. Visitamos el puerto en muy malas condiciones, alguna plaza principal, caminaríamos por las calles colindantes a la calle de los mochileros, hablaríamos con la gente y sobre todo empezaríamos a probar la comida local. También descubrimos un nuevo idioma, el Bahasa indonesio, con un sonido diferente a los que habíamos escuchado antes pero que resultaba simpático. Al final aprendimos bastantes palabras que nos servirían de mucho a lo largo de todo el país. Otra de las cosas que aprendimos la primera noche es que cada día a las cuatro de la mañana se escucha la “llamada o la oración al Corán”. Hemos de decir que la mayoría de gente en Indonesia es musulmana. Existe una minoría budista y cristiana.      

Amiguillos en el centro de Jakarta. Abajo: centro de la ciudad y curiosidades.
      
  



Nuestro próximo destino sería Banjar, lugar escogido a dedo y al cual llegaríamos en tren. Java tiene una buena red ferroviaria aunque no llega a todos los rincones. Para llegar a Banjar paramos en Bandung para después de unas cuatro horas llegar a destino. Banjar era un punto para dormir y al día siguiente ir a Pandangaran, pueblo costero. Nuestra primera experiencia extraña y agradable viene a continuación.  Al llegar a Bandung donde nos dejó el tren nos subimos a un bus y preguntamos a un chico, Aji, si era el bus correcto. Después de cinco minutos hablando nos dice: yo voy  hacia Banjar a visitar a mi madre y a mi hermano, ¿queréis pasar la noche en casa de mi madre? Nos quedamos mirando y dijimos que sí. Quizá parezca una locura, un riesgo, pero si hay una cosa que hemos aprendido en este viaje es que muchas veces los malos pensados somos nosotros, que hay gente buena por el mundo y a dejarnos llevar por las sensaciones de la persona que tenemos enfrente. Así que dicho y hecho. Hay que decir que no siempre decimos si a las proposiciones de la gente, sería absurdo, ¿no?

Fotos: conocidos en el tren y esperando en la estacion.

Llegamos a casa de Aji después de que su hermano viniera a buscarnos a los tres, nos presentó a su madre que ya estaba avisada de nuestra visita y la cual había preparado la cena (comida típica basada en pollo, gambitas, un tipo diferente de pescado cocinado todo con ingredientes y salsas buenísimas, acompañado de arroz y te). Exquisito.  Toti, la madre de Aji nos preparó incluso una habitación. Gente humilde y encantadora. Al día siguiente nos llevaron a visitar el pueblo , fuimos a casa de unos amigos de los padres de Aji que nos ofrecieron te y pastas, luego nos llevaron a un barrio encantador lleno de niños jugando, rodeado por arrozales, patos, cabras…un lugar rural donde ni en el mejor de los casos nos podríamos haber imaginado estar. Todo en conjunto fue espectacular y sobre todo humano.  Gracias Aji. Por supuesto guardamos contacto.

Amigos de familia, sobrina y madre de Aji. A la derecha, Aji. 


Fotos: Visita con Aji y su familia a los alrededores de banjar


Después de esta aventurilla llegamos a Pandangaran. Pueblo playero el cual hemos de pagar una pequeña tasa al entrar (3.500 Rupias) de esta no nos escapamos, es simbólica pero como no, es solo para extranjeros. Nos situamos en un hotel cerca de la costa (80.000 desayuno incluido) y como siempre a investigar. Observamos que este pueblo no es muy grande y que la playa más que espectacular es tranquila, que está llena de gente jugando al fútbol, bañándose y lo que más nos gustó es que después de un buen rato caminando no vimos a casi ningún turista. El pueblo es bastante sencillo con casas humildes, algún hotelillo que otro y bastantes puestos callejeros de comida. Un dato importante es que fuera de capital no se aprecia una pobreza muy acentuada, no se ve mucha gente pedigüeña ni vagabundos por las calles. La gente en los pueblos o pequeñas ciudades suelen tener sus recursos y servicios mínimos. Sería hipócrita decir que nadie pasa hambre, es una opinión subjetiva.

 
Vistas de Pandangaran
Otra cosa que nos llamó mucho la atención fue unos carteles que vimos al lado de la playa y en los que se ven la figura de un hombre corriendo delante de una ola gigante. ¡Cuidado tsunamis! Poca broma. Este pueblo fue duramente dañado en el tsunami de 2006 que azotó a gran parte del sureste asiático. Fue reconstruido y se pueden ver calles totalmente rectas contrarias a la playa que son vías de evacuación.

En Pandangaran estuvimos tres días en los cuales visitamos un parque natural lleno de monos y jungla al lado de la costa bastante bonito, disfrutamos de playa y empezamos a descubrir lo que era el Mie Goreng (fideos fritos), el Nasi Goreng (arroz frito) todo ello acompañado de salteados de verduras y el Bakso (una especie de albóndigas) todo muy bueno (a un precio medio de 60-80 cents de €). Pero sobre todo disfrutábamos de la hospitalidad de su gente y de su sonrisa que cada día nos iba cautivando más.

En la próxima entrada nos dirigimos al centro de la isla, esperamos que no sea tan extensa como esta por vuestro bien jejeje!!!


Fotos: en el parque natural

   

Sonrisas de Indonesia

2 comentarios:

  1. Ami por dios que te pareces al tio ese con los pelos largos jiji pero no te preocupes que tu eres mas guapo eh jiji un besico para los dos...no para el tio y para ti sino para ti y mi sarita..jij muaaa juanitoooooo

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  2. No se si pudisteis probar el babi gulling, comida típica de indonesia que a nosotros no nos dejaron probar porque decían que para los occidentales lo tenían totalmente prohibido servir por lo picante que es.

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